viernes, 19 de septiembre de 2008

Hacerse un hombre


Durante mis años de adolescencia, mi padre gustaba de comentar a quien quisiera escucharle, siempre tras proferir alguna reflexión polémica y nada compartida por su parte, la pena que le embargaba porque no quisiera realizar el servicio militar, ya no obligatorio en esa época. Según su experta y sabia opinión, tras cumplimentar mis obligaciones con la patria acabarían para siempre mis desvaríos propios de colegial y se produciría en mi cuerpo imberbe una transformación solo comparable a la del Gregorio Samsa Kafkiano, esto es, mis ideas peregrinas y por lo tanto estúpidas, caerían al abismo tras emerger de la nada una hombría y un discernimiento hasta entonces no conocidos por mi mente infantil. Para desesperación paterna nunca he considerado ni como mera hipótesis la posibilidad de pasar meses o años en un régimen de semiesclavitud al capricho de uniformados con demasiados galones y rodeado de un armamento dormido aún, pero a la espera de despertar próximamente en una nueva atrocidad heroica de toda gloriosa nación. Así que si los designios familiares se cumplieron y al no recalar por un tiempo en la milicia, supongo que mi hombría vagará como alma en pena en el limbo para toda la eternidad.

Al serme vetado alcanzar el discernimiento adulto por mis muchos y variados pecados, un servidor se ha lanzado en brazos de compañías muy poco recomendables por su dudosa moral pública y privada. Incluso ve con simpatía creciente a seres rechazados por todo español de bien como pueden ser inmigrantes, artistas, prostitutas, yonquis, políticos...

Gran parte de culpa de mi estado actual hay que buscarlo en mi vicio más inconfesable y repugnante: la lectura. Esta obsesión mía hizo que, como mi admirado Alonso Quijano, se me nublara la razón y posibilitó que mis ideas infantiloides me acompañaran hasta el día de hoy. Por esta mente enferma que poseo, suelo ser deslenguado y bufón hasta decir basta. Me tomo muchas cosas a guasa y por ello provoco ansiedades, enojos y mosqueos en unos así como carcajadas, sonrisas y alegrías en otros.