jueves, 18 de junio de 2009

Leer


Recuerdo nítidamente una de las primeras lecturas de mi juventud. Fue la responsable del inicio de mi insaciable afición por la lectura. Era un voluminoso ejemplar de "La vuelta al mundo en 80 días" escrito por un desconocido aun para mí, Julio Verne. Nada más comenzar su lectura me sentí en la piel del excéntrico caballero inglés Fileas Fogg en su lucha por recorrer su vuelta al mundo en 80 dias. Leí con avidez dicho libro y me dediqué a recolectar otros muchos. Descubrí con asombro las sensaciones únicas que experimentaba ante las obras de autores como Stevenson, Verne, Poe, Conan Doyle y otros tantos capaces de construir un universo propio y único en cada una de sus historias. Escritores que hacen al lector partícipe directo de las emociones que recorren sus inmortales textos. Obras que permiten soñar al ser humano por un momento con descubrir los lugares más maravillosos y participar en las mayores aventuras sin salir de las cuatro paredes de su hogar. Consiguen hacernos soñar despiertos con los sentimientos más elevados. Vivir la alegría, la pena, el terror o el deseo de los personajes como algo propio. Utilizan el arma más poderosa que posee la humanidad, que no es otra que la imaginación.
Leer estas obras es zambullirse en mares desconocidos. Embarcar como grumete en barcos con travesías y aventuras infinitas. Gozar de la emoción de explorar territorios ignotos. Recorrer islas misteriosas en busca del ansiado tesoro oculto. Enfundar la chaqueta del detective en busca del rufian de turno. Inventar maquinas extraordinarias o dar vida a monstruos horribles. Leer supone vivir desde dentro historias que nunca protagonizaríamos, sin la posiblidad única que nos proporciona el tesoro que tenemos entre manos.
Leer es ser el avispado Jim Hawkins en lucha por el tesoro con el malvado pirata Long John Silver. Acompañar la soledad del naúfrago Robinson Crusoe en su remota isla tropical. Convertirse en el renuente sobrino del desquiciante profesor Lidenbrock y guiarlo hasta el centro mismo de la Tierra. Compartir la desgraciada existencia de Victor Frankenstein tras dar vida a su criatura infernal. Seguir los pasos de Watson, el fiel escudero y propagandista de las dotes inductivas del genial Sherlock Holmes en su lucha contra el crimen. O viajar a Transilvania y tener como anfitrión al mismísimo conde Drácula.
Leer es sentir el misterio, la emoción y el riesgo que nos espera a vuelta de página.
Artículo publicado en el suplemento UALdía de "La Verdad"